domingo, 4 de marzo de 2018

Despedida de los ruedos de Morenito de Maracay

Morenito de Maracay Foto MUNDOTORO
 
 Por: MARCOS SANCHIDRIÁN > Las Rozas (Madrid)
 
En hombros y emocionado abandonó José Nelo ‘Morenito de Maracay’ el coso cubierto de Las Rozas en su última tarde en España. Gloriosa carrera que pone un punto de oro arropado por figuras del toreo en un día que quisieron dar lo mejor de sí mismas. Catorce orejas y cinco rabos concedió El Soro, que esta vez hizo de simpático presidente. ‘El Rey del Quiebro’ se sintió arropado y querido por el público y sus compañeros. Ahí va un hombre feliz.
 
Las Rozas se vistió de fiesta para rendir homenaje al Rey del Quiebro. Así se sintió desde el nutrido paseíllo que concluyó con una cálida ovación para José Nelo. El primero, con el hierro de Albarreal, salió con pies y Morenito lo sacó al tercio abriéndose de capa. En banderillas, icono del genio de Maracay, hubo espectáculo junto con El Fandi y un Enrique Ponce que quiso homenajear a Morenito con un par al quiebro. Pero el quiebro de Morenito fue superior. Frente a frente. Citó. El toro se arrancó y como templándolo el toro redujo la velocidad para que el venezolano, en su día, hiciera los tiempos perfectos para clavar y salir andando. Con la muleta toreó largo a un novillo de gran recorrido y buena embestida. Se gustó y gustó a los que no han visto una tauromaquia que rezuma a otra época. El Soro, desde el palco, sacó los dos pañuelos.
 
Enrique Ponce
Enrique Ponce, alma mater de este homenaje, es el buen gusto. La estética y la plasticidad aplicada al toreo. Importante. Así fue el suave recibo con el capote, el quite casi desmayado y un tramo final con la franela que puso al público de pie. Ponce es una coreografía perfecta delante del toro. Del natural al cambio de mano tan largo y tan lento que sirve para recrearse en el ‘olé’. El final, supremo, enlazando poncinas como circunferencias sin punto de principio ni fin para después ligar de pechos sin moverse. Con naturalidad. El Soro sacó tres pañuelos para conceder el rabo al torero valenciano y el azul como reconocimiento al novillo de Las Ramblas.

Javier Conde mostró chispazos y se encontró por momentos frente al tercero de Domingo Hernández. Torero de arte, quiso ponerse vertical cuando el novillo venía franco. Encontró la muerte en una estocada habilidosa al primer encuentro y el hoy generoso usía le concedió los dos trofeos.
 
Javier Conde
Toreó despacio y con destreza El Fandi al cuarto de La Palmosilla. Tuvo buenas condiciones el novillo en toda la primera mitad de la labor del granadino. Tres pares, la moviola, de dentro a fuera y al violín, calentaron el gélido ambiente en una cubierta que guarda de la lluvia pero no del frío. El Fandi se explayó en el tercer tercio gracias a la calidad del astado. De muletazos muy largos, basó la larga faena en la ligazón. Con el toro ya a menos, Fandi tiró de recursos. Un espadazo que tiró al toro sin puntilla le puso en las manos el rabo.

López Simón estuvo firme frente al noble quinto de Zacarías Moreno. Humilló el novillo, principal virtud de un buen animal, y el torero madrileño se asentó desde el saludo capotero. Siempre en los medios, elaboró una faena de gran fondo y de hieráticas formas. Mató de un soberbio espadazo y paseó otro rabo.

Posada de Maravillas, que entró en el cartel en lugar de Cayetano, cuajó al buen sexto con el hierro de Fernando Peña a la verónica de salida. Capotazo a capotazo salió a los medios ganando terreno y con la pata para adelante. El pacense mostró su concepto y reivindicó un hueco en el panorama. Torero de gusto, se rompió en varios buenos naturales. La faena, unida a la estocada final, le sirvió para cortar un rabo.

La oportunidad en un festival de lujo se lo llevó el joven Daniel Barbero, un novillero preparado para lo que venga. Si sigue así, seguro será bueno. Tiene buen aire con el capote, lo maneja con soltura. Ismael Mora lo enseñó en banderillas. Barbero lo esperó en los medios para ligar varios cambiados por la espalda. Después bajó la mano para torear muy reunido y exigiendo al de Garcigrande. No le pesó el compromiso. Una estocada previo a un pinchazo fue la rúbrica para cortar dos orejas y rabo.

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